¿VIO SAN PABLO, EN EL RAPTO, LA ESENCIA DIVINA?
Respuesta
✅ SI
Fundamento teológico
SANTO TOMÁS DE AQUINO
Suma Teológica
Parte IIa-IIae
Cuestión 175
Artículo 3
Objeciones por las que parece que San Pablo, en el rapto, no vio la esencia divina:
1ª. Del mismo modo que leemos de San Pablo (II Cor., 12, 2) que fue arrebatado hasta el tercer cielo, leemos de San Pedro, en Act., 10, 10, que le sobrevino un éxtasis. Pero San Pedro no vio, en su éxtasis, la esencia divina, sino una visión imaginaria. Luego parece que tampoco vio San Pablo la esencia divina.
2ª. La visión de Dios hace bienaventurado al hombre. Pero San Pablo no se convirtió en bienaventurado en aquel rapto. De haber sucedido así, jamás hubiera vuelto a la miseria de este mundo, sino que su cuerpo habría sido glorificado por la redundancia de la gloria del alma, como sucederá a los santos después de la resurrección, y eso no sucedió en él. Por tanto, San Pablo no vio la esencia divina.
3ª. La fe y la esperanza son incompatibles con la visión de la esencia divina, tal como se dice en I Cor., 13, 8ss. Ahora bien, San Pablo, en aquel estado, tuvo fe y esperanza. Por consiguiente, no vio la esencia divina.
4ª. Y además, como dice San Agustín en XII Super Gen. ad litt., la visión imaginaria hace que se vean algunas semejanzas de los cuerpos. Pero parece que San Pablo, en su rapto, vio algunas semejanzas, como las del tercer cielo y del paraíso, tal como se dice en II Cor., 12, 2.4. Luego parece que fue un rapto o una visión imaginaria más que la visión de la esencia divina.
Contra esto está el hecho de que San Agustín dice, en su obra De Videndo Deum Ad Paulinum, que la misma esencia de Dios pudo ser vista, durante la vida presente, por algunos como Moisés y San Pablo, el cual, arrebatado, oyó palabras inefables que no es dado al hombre decir.
Respondo que algunos sostuvieron que San Pablo, en su rapto, no vio la misma esencia de Dios, sino cierto brillo de la claridad de la misma.
Pero San Agustín defiende abiertamente lo contrario, no sólo en su obra De Videndo Deum, sino en XII Super Gen. ad litt., al igual que la Glosa a II Cor., 12, 2.
Esto mismo viene a sostener el propio Apóstol, quien dice (II Cor., 12, 4) que oyó palabras inefables, que no es permitido al hombre hablar.
Ahora bien, esto parece referirse a algo tocante a la visión beatífica, que supera la condición de la vida presente, según las palabras de Is., 64, 4: Oh Dios, jamás vio el ojo, sin tu ayuda, lo que has preparado para los que te aman.
Por tanto, parece conveniente decir que San Pablo vio a Dios en su esencia.
Respuesta las objeciones:
1ª. La mente humana es arrebatada por Dios a contemplar la verdad divina de tres maneras. En primer lugar, a contemplarla según semejanzas imaginarias, y tal fue el éxtasis que tuvo San Pedro. En segundo lugar, a que contemple la verdad divina mediante efectos inteligibles, como fue el éxtasis de David al decir: Yo dije en mi arrebato: Todo hombre es mentiroso. En tercer lugar, a contemplarla en su esencia, y de esta suerte fue el rapto de San Pablo y el de Moisés. Esto es muy razonable, ya que, así como Moisés fue el primer doctor de los judíos, San Pablo fue el primer doctor de los gentiles.
2ª. La esencia de Dios no puede ser vista por el entendimiento creado sin la luz de la gloria, de la cual se dice en el Salmo 35, 10: En tu luz veremos la luz. Esta participación admite un doble modo. En primer lugar, de forma inmanente, como sucede con los bienaventurados en el cielo. En segundo lugar, a modo de pasión transeúnte, como ya dijimos antes (q. 171 a. 2) a propósito de la luz profética, y ésta fue la luz de San Pablo cuando fue arrebatado. Por ello, tal visión no hizo que fuera bienaventurado plenamente, de modo que la gloria redundara en su cuerpo, sino sólo en parte. Por eso, tal rapto pertenece, de algún modo, a la profecía.
3ª. Puesto que San Pablo, en su rapto, no fue habitualmente bienaventurado, sino que sólo gozó de un acto de la bienaventuranza, es lógico que no hubiera en él acto de fe, pero sí existió en él el hábito de la fe.