2ª. En el estado de felicidad futura, el hombre llega a la perfección; por eso no hay lugar a que merezca por sus méritos. Si, no obstante, lo hubiera, sería más eficaz el mérito debido a una caridad mayor. Pero la contemplación en la vida presente va acompañada de cierta imperfección y puede progresar. Por eso no suprime la posibilidad de merecer, sino que, al contrario, aumenta el mérito debido a un ejercicio más intenso de la caridad divina.
3ª. Se ofrece un sacrificio espiritual a Dios cuando se le consagra algo. Y entre todos los bienes del hombre, el más acepto a Dios es el sacrificio de su alma. Pero debe ofrecerse la propia alma a Dios en primer lugar, según lo que se dice en Eccli., 30, 24: Compadécete de tu alma, tú que agradas a Dios; en segundo lugar, las almas de los demás, según lo que se dice en Ap., 22, 17: El que oye, diga: Ven. Ahora bien, cuanto más acerca el hombre su alma o las de los otros a Dios, tanto más aceptable se hace su sacrificio. Por eso es más aceptable el dedicar su alma o la de los demás a la contemplación que a la acción. Luego al decir que ningún sacrificio es más aceptable a Dios que el celo por las almas no se considera la vida activa más meritoria que la contemplativa, sino que se quiere decir que es más aceptable el que el hombre ofrezca a Dios su alma y la de los demás que cualesquiera bienes externos.
3ª. Se ofrece un sacrificio espiritual a Dios cuando se le consagra algo. Y entre todos los bienes del hombre, el más acepto a Dios es el sacrificio de su alma. Pero debe ofrecerse la propia alma a Dios en primer lugar, según lo que se dice en Eccli., 30, 24: Compadécete de tu alma, tú que agradas a Dios; en segundo lugar, las almas de los demás, según lo que se dice en Ap., 22, 17: El que oye, diga: Ven. Ahora bien, cuanto más acerca el hombre su alma o las de los otros a Dios, tanto más aceptable se hace su sacrificio. Por eso es más aceptable el dedicar su alma o la de los demás a la contemplación que a la acción. Luego al decir que ningún sacrificio es más aceptable a Dios que el celo por las almas no se considera la vida activa más meritoria que la contemplativa, sino que se quiere decir que es más aceptable el que el hombre ofrezca a Dios su alma y la de los demás que cualesquiera bienes externos.