Apariciones como Greta son, en este sentido, sintomáticas: Greta cree ciegamente en lo que los científicos profetizan y espera el fin del mundo en 2030, exactamente como los milenaristas en la Edad Media creían en el inminente regreso del mesías para juzgar el mundo.
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Naturalmente, al igual que en cualquier religión, también la religión de la ciencia tiene sus incrédulos y sus adversarios, es decir, los adeptos de la otra gran religión de la modernidad: la religión del dinero. Pero las dos religiones, en apariencia divididas, son secretamente solidarias. Puesto que fue sin duda la alianza cada vez más estrecha entre ciencia, tecnología y capital la que determinó la situación catastrófica que los científicos denuncian hoy.
Giorgio Agamben / Sobre el fin del mundo
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