Y antes que entremos en materia, saludad conmigo la grandeza de esta mujer que ha llegado a los honores de la maternidad; a este frágil ser humano, que sabe arrancar a las profundidades de su vida la vida de las generaciones que sin, cesar se renuevan; a este ser débil, cuyo corazón es el vaso del amor más fuerte que hay en el mundo; y el amor es fuerte como la muerte.
Saludad a este ser abnegado, que se sacrifica desde el momento en que engendra una nueva vida hasta que deja de latir su corazón, para que se dilate y dignifique la vida del hombre sobre la tierra. Saludad a esta criatura, que muere como todas las criaturas deleznables de la tierra, pero que tiene por monumento imperecedero, el amor y el recuerdo de cuantos hijos han sido en el mundo.
Dios mismo ha querido honrar a la madre. Ha querido honrarla haciendo, con vistas a la maternidad futura, una Mujer que es su obra maestra en el orden de las puras criaturas, a la cual Él mismo ha querido cantar, diciéndole: Eres toda hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha alguna. Ha querido honrarla, naciendo Él mismo de esa Madre que formó; y para honrarla más, no quiso, al salir de sus entrañas, romper los sellos sagrados de su virginidad. Ha querido honrarla, levantándola a las alturas de la Corredención, haciéndola solidaria del gobierno sobrenatural de los espíritus, sublimándola en la historia más que a ser humano alguno, fuera del mismo Hijo de Dios; haciendo que la llamen Madre todos los hombres que se llamen hijos de Dios, y que todas las generaciones la digan bienaventurada.
Ved cómo honra un Dios a la madre. Después de predecir, por el profeta Isaías, la ruina de las cosas viejas de Israel, quiere Dios anunciar la fecundidad de su futura Iglesia; y, como si sintiera Dios celos de la madre, se arroga, en frases sublimes, las funciones de la maternidad, Por ventura, dice el Señor, yo que a los otros hago parir, ¿no pariré yo mismo? Yo, que a los otros doy la fecundidad, ¿seré acaso estéril, dice el Señor? Y luego pinta Dios con colores vivos su amorosa fecundidad, para decir a las razas futuras las palabras que encabezan este capítulo: Llevados seréis a los pechos, y sobre las rodillas os acariciarán. Como la madre acaricia a su hijo, así yo os consolaré (Is., 66, 9 ss.). Es decir, que Dios, para concretar en un símbolo la obra de su poder y de su amor, que es la redención futura, no halló otro más propio que la excelsa figura de la maternidad. La misma obra objetiva de la redención, la Iglesia, sociedad de los redimidos, salida del costado del Hijo de Dios, es nuestra Madre: Creo… en la Santa Madre Iglesia…
Tratemos de la Dignidad de la Madre de Familia.
Saludad a este ser abnegado, que se sacrifica desde el momento en que engendra una nueva vida hasta que deja de latir su corazón, para que se dilate y dignifique la vida del hombre sobre la tierra. Saludad a esta criatura, que muere como todas las criaturas deleznables de la tierra, pero que tiene por monumento imperecedero, el amor y el recuerdo de cuantos hijos han sido en el mundo.
Dios mismo ha querido honrar a la madre. Ha querido honrarla haciendo, con vistas a la maternidad futura, una Mujer que es su obra maestra en el orden de las puras criaturas, a la cual Él mismo ha querido cantar, diciéndole: Eres toda hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha alguna. Ha querido honrarla, naciendo Él mismo de esa Madre que formó; y para honrarla más, no quiso, al salir de sus entrañas, romper los sellos sagrados de su virginidad. Ha querido honrarla, levantándola a las alturas de la Corredención, haciéndola solidaria del gobierno sobrenatural de los espíritus, sublimándola en la historia más que a ser humano alguno, fuera del mismo Hijo de Dios; haciendo que la llamen Madre todos los hombres que se llamen hijos de Dios, y que todas las generaciones la digan bienaventurada.
Ved cómo honra un Dios a la madre. Después de predecir, por el profeta Isaías, la ruina de las cosas viejas de Israel, quiere Dios anunciar la fecundidad de su futura Iglesia; y, como si sintiera Dios celos de la madre, se arroga, en frases sublimes, las funciones de la maternidad, Por ventura, dice el Señor, yo que a los otros hago parir, ¿no pariré yo mismo? Yo, que a los otros doy la fecundidad, ¿seré acaso estéril, dice el Señor? Y luego pinta Dios con colores vivos su amorosa fecundidad, para decir a las razas futuras las palabras que encabezan este capítulo: Llevados seréis a los pechos, y sobre las rodillas os acariciarán. Como la madre acaricia a su hijo, así yo os consolaré (Is., 66, 9 ss.). Es decir, que Dios, para concretar en un símbolo la obra de su poder y de su amor, que es la redención futura, no halló otro más propio que la excelsa figura de la maternidad. La misma obra objetiva de la redención, la Iglesia, sociedad de los redimidos, salida del costado del Hijo de Dios, es nuestra Madre: Creo… en la Santa Madre Iglesia…
Tratemos de la Dignidad de la Madre de Familia.