Una mujer que sirve a su marido, está sirviendo a Cristo.
Un hombre que ama a su esposa, está amando a Cristo.
Un hijo que honra a sus padres, está honrando a Cristo.
Un padre que se sacrifica por sus hijos, se sacrifica por Cristo.
Una mujer que profesa a Cristo pero no sirve a su marido, no sirve a Cristo.
Un hombre que profesa amar a Cristo pero no ama a su esposa, no ama a Cristo.
Un hijo que deshonra a sus padres, deshonra a Cristo.
Un padre que descuida a sus hijos, ha abandonado a Cristo.
Adoración no es algo que simplemente hacemos el domingo por la mañana cuando nos reunimos con otros santos y cantamos salmos, escuchamos la Palabra y participamos de Cristo por medio del pan y el vino. También es cómo ordenamos nuestra vida en el hogar en relación con los mandamientos que Cristo nos entregó: quien dice amar a Cristo, ha de guardar su ley (Juan 14:15).
Más hace por el reino de los cielos un simple padre de familia que dirige a su casa en adoración que un obispo que ante el público aparenta piedad pero en privado tiene su casa en desorden.
Bien dijo San Juan Crisóstomo: "Si regulamos nuestra casa de esta manera, también seremos aptos para supervisar la Iglesia, pues en verdad la casa es una pequeña Iglesia".
Que nuestros Hogares Cristianos se conviertan en pequeños altares que agradan al Dios del cielo. Esto es, lo que al final, transformará nuestras comunidades y naciones para mejor.
https://x.com/eniorjimenez/status/1814778440048128100?s=46
@Comienza_Tu_Dia
Un hombre que ama a su esposa, está amando a Cristo.
Un hijo que honra a sus padres, está honrando a Cristo.
Un padre que se sacrifica por sus hijos, se sacrifica por Cristo.
Una mujer que profesa a Cristo pero no sirve a su marido, no sirve a Cristo.
Un hombre que profesa amar a Cristo pero no ama a su esposa, no ama a Cristo.
Un hijo que deshonra a sus padres, deshonra a Cristo.
Un padre que descuida a sus hijos, ha abandonado a Cristo.
Adoración no es algo que simplemente hacemos el domingo por la mañana cuando nos reunimos con otros santos y cantamos salmos, escuchamos la Palabra y participamos de Cristo por medio del pan y el vino. También es cómo ordenamos nuestra vida en el hogar en relación con los mandamientos que Cristo nos entregó: quien dice amar a Cristo, ha de guardar su ley (Juan 14:15).
Más hace por el reino de los cielos un simple padre de familia que dirige a su casa en adoración que un obispo que ante el público aparenta piedad pero en privado tiene su casa en desorden.
Bien dijo San Juan Crisóstomo: "Si regulamos nuestra casa de esta manera, también seremos aptos para supervisar la Iglesia, pues en verdad la casa es una pequeña Iglesia".
Que nuestros Hogares Cristianos se conviertan en pequeños altares que agradan al Dios del cielo. Esto es, lo que al final, transformará nuestras comunidades y naciones para mejor.
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