A las peticiones que en ella formulamos, de suyo tan rectas y bien ordenadas como conformes a la fe, esperanza y caridad cristianas, viene a juntarse el peso de cierta recomendación que es gratísima a la Santísima Virgen, por cuanto a nuestra voz parece asociarse la voz de Jesús su Hijo, quien, siendo su autor, entregó esa oración a sus discípulos en términos precisos, prescribiendo su rezo al decir: Así habéis de rezar[xii]. Cuando, pues, obedecemos a tal prescripción, en la devoción del Rosario, María se hallará, sin duda, más inclinada a ejercer su misión, llena de amor y solicitud, y aceptará benévola esta mística guirnalda, recompensándonos con abundancia de dones.
XI. Escuela de oración.
Por eso, una no despreciable razón de poder esperar su liberalísima bondad se halla en el mismo método del Rosario, tan apto para rezar bien; porque muchos y variados intereses suelen apartar de Dios al que reza y frustrar su sincero propósito, pagando así el tributo a la fragilidad humana. Pero quien pondere esto debidamente, comprenderá en el acto cuánta eficacia se encierra en el Rosario para despertar, por un lado, la acción del espíritu y para expulsar la desidia del corazón; por otro lado, para excitarnos a saludable dolor sobre los pecados cometidos y elevar nuestro espíritu hacia las cosas celestiales; puesto que el Santo rosario como todos bien saben, consta de dos partes, distintas entre sí y, a la vez unidas: de la meditación de sus misterios y de la oración vocal.
XII. Frutos de la meditación de los más grandes misterios de la fe.
Por esta razón, este método de rezar pide la especial atención del hombre por cuanto no sólo dirige de algún modo a Dios al espíritu humano sino que ocupa en tal forma de lo que considera y medita que logrará también enseñanza para la enmienda de la vida y alimento para toda clase de piedad, dado que no hay nada más grande ni admirable que aquellas verdades en torno de las cuales gira la esencia de la fe cristiana y de cuya luz y fuerza surgieron la verdad, la justicia y la paz, las cuales crearon un nuevo orden de cosas en la tierra, produciendo los más gozosos resultados.
Con esto dice también relación la forma en que estos puntos importantísimos se presentan a los devotos del Rosario; es decir, de tal forma que se adapten convenientemente a las inteligencias aun de los menos instruidos por cuanto el rezo está dispuesto de tal modo que casi no se proponen a consideración las verdades principales de la fe y doctrina sino que, más bien se presentan como si los hechos aconteciesen y se repitiesen a la vista del que reza, porque cuando se ofrecen casi con las mismas circunstancias de lugar, tiempo y personas con que sucedieron un día, impresionan mucho más los corazones y los mueven a recoger mayor fruto. Mas como, ordinariamente, penetraron y se imprimieron en, alma desde la más tierna infancia, resulta que, apenas enunciados los misterios, aquel que realmente se preocupa de la oración, los recorra, sin esfuerzo alguno de imaginación, con fácil pensamiento y corazón, y, con la bendición de María, se impregna del rocío de la gracia celestial.
XIII. Los recuerdos de los misterios agradarán a María y la dispondrán a la benevolencia.
Hay, además, otra ventaja que vuelve más agradables a esas coronas y las hace más dignas de recompensa. Pues, cuando piadosamente recitamos el triple orden de misterios, testimoniamos más vivamente nuestro sentimiento de gratitud hacia Ella, porque así declaramos que nunca nos cansamos del recuerdo de aquellos beneficios con que Ella, para contribuir a nuestra salvación, se ha abrazado con insaciable amor.
XI. Escuela de oración.
Por eso, una no despreciable razón de poder esperar su liberalísima bondad se halla en el mismo método del Rosario, tan apto para rezar bien; porque muchos y variados intereses suelen apartar de Dios al que reza y frustrar su sincero propósito, pagando así el tributo a la fragilidad humana. Pero quien pondere esto debidamente, comprenderá en el acto cuánta eficacia se encierra en el Rosario para despertar, por un lado, la acción del espíritu y para expulsar la desidia del corazón; por otro lado, para excitarnos a saludable dolor sobre los pecados cometidos y elevar nuestro espíritu hacia las cosas celestiales; puesto que el Santo rosario como todos bien saben, consta de dos partes, distintas entre sí y, a la vez unidas: de la meditación de sus misterios y de la oración vocal.
XII. Frutos de la meditación de los más grandes misterios de la fe.
Por esta razón, este método de rezar pide la especial atención del hombre por cuanto no sólo dirige de algún modo a Dios al espíritu humano sino que ocupa en tal forma de lo que considera y medita que logrará también enseñanza para la enmienda de la vida y alimento para toda clase de piedad, dado que no hay nada más grande ni admirable que aquellas verdades en torno de las cuales gira la esencia de la fe cristiana y de cuya luz y fuerza surgieron la verdad, la justicia y la paz, las cuales crearon un nuevo orden de cosas en la tierra, produciendo los más gozosos resultados.
Con esto dice también relación la forma en que estos puntos importantísimos se presentan a los devotos del Rosario; es decir, de tal forma que se adapten convenientemente a las inteligencias aun de los menos instruidos por cuanto el rezo está dispuesto de tal modo que casi no se proponen a consideración las verdades principales de la fe y doctrina sino que, más bien se presentan como si los hechos aconteciesen y se repitiesen a la vista del que reza, porque cuando se ofrecen casi con las mismas circunstancias de lugar, tiempo y personas con que sucedieron un día, impresionan mucho más los corazones y los mueven a recoger mayor fruto. Mas como, ordinariamente, penetraron y se imprimieron en, alma desde la más tierna infancia, resulta que, apenas enunciados los misterios, aquel que realmente se preocupa de la oración, los recorra, sin esfuerzo alguno de imaginación, con fácil pensamiento y corazón, y, con la bendición de María, se impregna del rocío de la gracia celestial.
XIII. Los recuerdos de los misterios agradarán a María y la dispondrán a la benevolencia.
Hay, además, otra ventaja que vuelve más agradables a esas coronas y las hace más dignas de recompensa. Pues, cuando piadosamente recitamos el triple orden de misterios, testimoniamos más vivamente nuestro sentimiento de gratitud hacia Ella, porque así declaramos que nunca nos cansamos del recuerdo de aquellos beneficios con que Ella, para contribuir a nuestra salvación, se ha abrazado con insaciable amor.