“Querido Emil,
Tus padres no permiten que nos veamos. Recurro a esta carta para decirte lo que jamás he sido capaz de decirte. Quiero que sepas que te quiero.
Si Emil, te quiero. Nos habían enseñado que lo nuestro no era amor, pero me he dado cuenta de que lo era.
Lo que tú y yo hemos tenido es el amor más verdadero que he sentido jamás. Por eso no quiero perderte antes decírtelo.
Te quiero desde el primer día que me calentaste las manos con tu aliento porque yo había perdido mis guantes. Te quiero desde ese beso en el establo de los Sander. Te quiero tanto que la idea de volver a verte fue lo único que me mantuvo vivo en las trincheras serbias.
Bastaría con mirarme a los ojos para que lo entendieras. Ojalá supieras. No harían falta palabras. Nos miraríamos y volveríamos a ser niños en los pasillos del instituto, antes de la muerte, antes de las bombas, antes de lo viejos en lo que nos ha convertido todo este odio.
Por eso hace meses que estoy bajo tu ventana, para verte otra vez, aunque sólo sea un instante. Para que tú sonrisa vuelva a hacerme creer que nuestro amor lo significó todo y arrojó luz en este siglo que ha nacido muerto.
Te quiero y pase lo que pase, siempre estaré contigo.
Tuyo, Xavier”.
• — Carta escrita por un soldado rumano durante la Primera Guerra Mundial, ese mismo día, su eterno amado Emil Muler falleció, al menos las palabras de amor de Xavier pudieron ser escuchadas por él. Hoy en día Xavier y Emil están enterrados juntos, en un pequeño cementerio del pueblo donde crecieron.
El amor existe, no tiene fronteras ni mucho menos restricciones de género. Esta es una de tantas historias, historias sobre amor y dolor, historias que no deben quedar olvidadas, que merecen ser contadas.
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