Hace 250 millones de años, un anfibio herido conocido como Broomistega trató de encontrar refugio del evento de extinción más severo de la tierra conocido como la Gran Mortandad.

Durante este tiempo, las erupciones volcánicas emitieron grandes cantidades de dióxido de carbono, lo que provocó un aumento de las temperaturas globales y la acidificación de los océanos.

El 70% de la vida en el supercontinente de Pangea se extinguió. Casi toda la vida marina fue aniquilada.

El Broomistega logró arrastrarse por una pequeña madriguera cálida que estaba ocupada por un Thrinaxodon inactivo, un antepasado directo de los mamíferos que era aproximadamente del tamaño de un zorro.

Aunque los investigadores encontraron dos posibles marcas de pinchazos en el Broomistega, no coincidían con la configuración dental del Thrinaxodon.

El Broomistega sufría de costillas rotas, pero mostraba signos de curación, lo que indicaba que su lesión no fue causada por una lucha entre las dos criaturas triásicas.

Los investigadores también descartaron la idea de que el Broomistega fue arrastrado a la guarida debido a los estrechos pasillos de la madriguera.

Su convivencia pacífica llegó a su fin cuando una inundación fangosa los enterró en la madriguera mientras dormitaban juntos.