A raíz de lo que se ha perpetrado o se intenta perpetrar a través de las ciudades de Italia, se ha desatado una ola de general indignación, deplorándose amargamente que se haya violado el sacratísimo derecho de la Religión, violado y conculcado precisamente en aquel pueblo cuyos habitantes principalmente y con razón se glorían de su nombre católico. La vigilante solicitud de los Obispos, como era su deber, se enardeció entonces, dirigiendo sus protestas justísimas a quienes incumbe el sagrado deber de proteger la dignidad de la Patria y de la Religión. No sólo advirtieron a su grey de la gravedad del peligro sino que también la exhortaron a reparar con especiales solemnidades religiosas la nefanda injuria hecha al amantísimo Autor de nuestra salvación.
XVII. Renovada protesta por estos sacrilegios.
Nos, ciertamente, aprobamos íntegramente el fervor de los buenos, gloriosamente manifestado de muchas: maneras lo cual contribuyó a suavizar el dolor que sentíamos por ello en lo más íntimo del corazón. En esta oportunidad en que os dirigimos la palabra, ya no podemos sujetar la voz de Nuestro supremo cargo, y, con las protestas de los Obispos y fieles, Nos unimos Nuestras más enérgicas protestas. Por
Por virtud de este mismo sentimiento que Nos mueve a quejarnos del atentado sacrílego y de execrarlo, Nos exhortamos vivamente a las Naciones cristianas, y en particular a la Italiana, a que guarden incólume la Religión de sus padres que es su herencia más preciosa, que la defiendan con decisión y no cesen de propagarla con la honestidad de sus costumbres y su gran piedad.
XVIII. Celebración fervorosa del mes de Octubre.
Por eso, Nos deseamos que por esta razón también, se empeñen a porfía, en el mes de Octubre, los fieles y las cofradías, mostrando un fervor constante para honrar a la Augusta Madre de Dios, poderosa protectora de la sociedad cristiana y gloriosísima Reina del Cielo. Nos, con todo corazón confirmamos las mercedes de las sagradas indulgencias que, a este efecto, hemos concedido en años anteriores.
El Dios, empero, Venerables Hermanos, que nos había reservado con toda su misericordiosa providencia al medianera[xiii], y que ha querido que todo lo recibamos por María[xiv] se digne por medio de su intercesión y gracia atender Nuestros ruegos comunes y colmar Nuestras esperanzas. Para ayudar a su realización, Nos os impartimos de todo corazón la Bendición Apostólica a vosotros, al Clero y al rebaño confiado a cada uno de vosotros.
Dado en Roma, cerca de San Pedro, el 8 de Septiembre de 1894, en el decimoséptimo de Nuestro Pontificado. LEÓN PAPA XIII
[i] Lc. 1, 35.
[ii] Lc. 1, 76; Mc. 1, 2.
[iii] Ageo. 2, 8.
[iv] Lc. 2, 16.
[v] Lc. 2, 22.
[vi] Juan 19, 25.
[vii] San Bernardo, De prerrogativ. B.M.V. n. 3.
[viii] San Bernardo, Serm In Nativ. B.M.V. n. 6.
[ix] S. Bernardino Serm. VI in festis B.M.V. de Annunc., a. 1. c. 2.
[x] Canto 2, 14.
[xi] S. Thomas op. VIII super salut. angel. n. 8.
[xii] Mat. 6, 9.
[xiii] S. Bernardino. De las 12 Prerrog. BMV n. 2
[xiv] S. Bernardino Serm. in Nativ. BMV n. 7
XVII. Renovada protesta por estos sacrilegios.
Nos, ciertamente, aprobamos íntegramente el fervor de los buenos, gloriosamente manifestado de muchas: maneras lo cual contribuyó a suavizar el dolor que sentíamos por ello en lo más íntimo del corazón. En esta oportunidad en que os dirigimos la palabra, ya no podemos sujetar la voz de Nuestro supremo cargo, y, con las protestas de los Obispos y fieles, Nos unimos Nuestras más enérgicas protestas. Por
Por virtud de este mismo sentimiento que Nos mueve a quejarnos del atentado sacrílego y de execrarlo, Nos exhortamos vivamente a las Naciones cristianas, y en particular a la Italiana, a que guarden incólume la Religión de sus padres que es su herencia más preciosa, que la defiendan con decisión y no cesen de propagarla con la honestidad de sus costumbres y su gran piedad.
XVIII. Celebración fervorosa del mes de Octubre.
Por eso, Nos deseamos que por esta razón también, se empeñen a porfía, en el mes de Octubre, los fieles y las cofradías, mostrando un fervor constante para honrar a la Augusta Madre de Dios, poderosa protectora de la sociedad cristiana y gloriosísima Reina del Cielo. Nos, con todo corazón confirmamos las mercedes de las sagradas indulgencias que, a este efecto, hemos concedido en años anteriores.
El Dios, empero, Venerables Hermanos, que nos había reservado con toda su misericordiosa providencia al medianera[xiii], y que ha querido que todo lo recibamos por María[xiv] se digne por medio de su intercesión y gracia atender Nuestros ruegos comunes y colmar Nuestras esperanzas. Para ayudar a su realización, Nos os impartimos de todo corazón la Bendición Apostólica a vosotros, al Clero y al rebaño confiado a cada uno de vosotros.
Dado en Roma, cerca de San Pedro, el 8 de Septiembre de 1894, en el decimoséptimo de Nuestro Pontificado. LEÓN PAPA XIII
[i] Lc. 1, 35.
[ii] Lc. 1, 76; Mc. 1, 2.
[iii] Ageo. 2, 8.
[iv] Lc. 2, 16.
[v] Lc. 2, 22.
[vi] Juan 19, 25.
[vii] San Bernardo, De prerrogativ. B.M.V. n. 3.
[viii] San Bernardo, Serm In Nativ. B.M.V. n. 6.
[ix] S. Bernardino Serm. VI in festis B.M.V. de Annunc., a. 1. c. 2.
[x] Canto 2, 14.
[xi] S. Thomas op. VIII super salut. angel. n. 8.
[xii] Mat. 6, 9.
[xiii] S. Bernardino. De las 12 Prerrog. BMV n. 2
[xiv] S. Bernardino Serm. in Nativ. BMV n. 7