Pero, sobre todo, en la Madre Virgen de Dios, en la segunda Eva, cuya figura llena la Biblia, madre de todos los vivientes según la vida sobrenatural, tiene la madre su glorificación máxima. Dios la ideó sin igual antes que fuesen los mundos; la cantaron los profetas; la prefiguraron las grandes matronas del viejo Testamento; la vio el Apóstol del Apocalipsis vestida del sol, coronada de estrellas, con la luna por escabel de sus pies.
Su nombre y su amor llenan los siglos cristianos; y la flor de los genios y de los santos, a coro con los pueblos hace ya veinte siglos que la llaman madre. Es la Reina de los Cielos y de la tierra. Ya nadie podrá hablar de la madre sino recordando, con amor y emoción filiales, el nombre y la persona de la casta Madre de Dios: Dei Mater alma…
Su nombre y su amor llenan los siglos cristianos; y la flor de los genios y de los santos, a coro con los pueblos hace ya veinte siglos que la llaman madre. Es la Reina de los Cielos y de la tierra. Ya nadie podrá hablar de la madre sino recordando, con amor y emoción filiales, el nombre y la persona de la casta Madre de Dios: Dei Mater alma…