4ª. Bajo el nombre de tercer cielo puede entenderse también algo corpóreo, significando entonces el cielo empíreo, que se llama tercero respecto del cielo aéreo y del sideral, o más bien en relación con el cielo sidéreo y el acuoso o cristalino. Y se dice rapto al tercer cielo no porque fuera arrebatado a ver la semejanza de alguna cosa corpórea, sino porque aquel lugar es el de la contemplación de los bienaventurados. Por eso dice la Glosa a II Cor., 12, 2 que el tercero es el cielo espiritual, donde los ángeles y los santos gozan de la contemplación de Dios. Y cuando dice que fue arrebatado a él, significa que Dios le mostró la vida en la cual ha de ser visto para siempre.
Puede entenderse también por cielo una visión extraordinaria, la cual puede decirse cielo bajo una triple acepción. Primero, según el orden de las potencias cognoscitivas, entendiendo como primer cielo la visión extraordinaria corpórea que se percibe por los sentidos, como se vio la mano del que escribía en la pared en Dan., 5, 5; el segundo cielo, la visión imaginaria, como lo que vieron Isaías (6, 1) y San Juan en el Apocalipsis (4, 2ss), y el tercer cielo, la visión intelectual, como dice San Agustín en XII Super Gen. ad litt.
En segundo lugar, puede llamarse tercer cielo según el orden cognoscitivo, de modo que se llama primer cielo el conocimiento de los cuerpos celestes, segundo el conocimiento de los espíritus celestes y tercero el conocimiento de Dios mismo.
En tercer lugar, puede llamarse tercer cielo a la contemplación de Dios conforme a los grados de conocimiento con los que Dios es visto.
El primero es propio de los ángeles de la jerarquía más baja, el segundo de los ángeles de la jerarquía media y el tercero de los de la jerarquía suprema, como dice la Glosa a II Cor., 12, 2.
Y puesto que la visión de Dios no puede menos de producir gozo, se habla no sólo de rapto al tercer cielo por razón de la contemplación, sino también al paraíso por causa del gozo que lleva consigo.
Puede entenderse también por cielo una visión extraordinaria, la cual puede decirse cielo bajo una triple acepción. Primero, según el orden de las potencias cognoscitivas, entendiendo como primer cielo la visión extraordinaria corpórea que se percibe por los sentidos, como se vio la mano del que escribía en la pared en Dan., 5, 5; el segundo cielo, la visión imaginaria, como lo que vieron Isaías (6, 1) y San Juan en el Apocalipsis (4, 2ss), y el tercer cielo, la visión intelectual, como dice San Agustín en XII Super Gen. ad litt.
En segundo lugar, puede llamarse tercer cielo según el orden cognoscitivo, de modo que se llama primer cielo el conocimiento de los cuerpos celestes, segundo el conocimiento de los espíritus celestes y tercero el conocimiento de Dios mismo.
En tercer lugar, puede llamarse tercer cielo a la contemplación de Dios conforme a los grados de conocimiento con los que Dios es visto.
El primero es propio de los ángeles de la jerarquía más baja, el segundo de los ángeles de la jerarquía media y el tercero de los de la jerarquía suprema, como dice la Glosa a II Cor., 12, 2.
Y puesto que la visión de Dios no puede menos de producir gozo, se habla no sólo de rapto al tercer cielo por razón de la contemplación, sino también al paraíso por causa del gozo que lleva consigo.