La guerra fue una de las principales herramientas que impedían a la sociedad desconectarse de la realidad física. En todas las épocas, todos los gobernantes han tratado de imponer a sus súbditos concepciones falsas de la realidad, pero no podían permitirse ilusiones que socavaran la capacidad militar. Mientras que la derrota implique la pérdida de independencia o algún otro resultado considerado indeseable, debe temerse la derrota con la mayor seriedad. No se pueden ignorar los hechos físicos. En filosofía, en religión, en ética o en política, dos más dos puede ser igual a cinco, pero si estás construyendo un cañón o un avión, dos más dos debe ser igual a cuatro. Un Estado incapaz será derrotado tarde o temprano, la capacidad no puede basarse en ilusiones. Además, para ser funcional, es necesario aprender de las lecciones del pasado, y para ello se debe conocer, con más o menos precisión, lo que ocurrió en periodos históricos anteriores. Los periódicos y los libros de historia, por supuesto, siempre han padecido parcialidad y prejuicios, pero la falsificación en la escala actual hubiera sido imposible anteriormente. La guerra siempre ha sido guardiana del sentido común, y, si hablamos de las clases gobernantes, probablemente la principal guardiana. Mientras una guerra pudiera ganarse o perderse, ninguna clase gobernante tenía derecho a comportarse de manera completamente irresponsable.
(c) George Orwell, 1984