¿QUÉ ES LA GENTE TÓXICA?
Son personas que no han madurado emocionalmente, gente profundamente insegura y egoísta que necesitan estar cerca de alguien (su víctima) para entablar una relación absorbente que les permita descargar sus frustraciones. Así convierten a su víctima en una terapia barata particular, invadiendo sus límites y centradas en fijarse en sus defectos y en la parte negativa de las cosas para compensar sus carencias e inseguridades y así sentirse mejor consigo mismas, sin aportar casi nada positivo a la relación. Por eso las personas tóxicas acaban por molestar a menudo a su víctima, que termina experimentando emociones negativas y agotamiento, sintiendo que se consume su energía y alegría. Cuando después de estar con alguien nos sentimos estresados, frustrados o sentimos alivio cuando nos quedamos solos, estamos ante una persona tóxica para nosotros.
De vez en cuando hacen cosas por su víctima, pequeños favores que esconden un interés personal y que suelen cobrar en algún momento futuro (“yo te hice este favor, ahora te toca a ti”). Son personas asfixiantes que presionan a su víctima para que haga cosas que no le apetece, sobrepasan continuamente sus límites para comprobar hasta dónde pueden llegar y esperan que esa persona esté siempre dispuesta a ayudarles en todo lo que necesiten. Casi nunca asumen su responsabilidad y culpan de todo a su víctima o a circunstancias externas. Desahogan su frustración, tristeza y pesimismo en la primera presa accesible que encuentran, sembrando dudas sobre sus aptitudes e incapaces de apreciar sus logros, emitiendo juicios con insistencia y desdeñando los sentimientos de su víctima sin escucharla ni ofrecerla apoyo emocional.
Es conveniente saber identificar a las personas tóxicas y advertir sus artimañas para poder desactivarlas antes de que logren su objetivo.
Tipos y perfiles de la gente tóxica
Los victimistas, que responsabilizan de todo lo que les ocurre a los demás, contagiando el sentimiento de culpa a través del chantaje emocional.
Los que critican y descalifican cualquier actuación o idea que tenga su víctima, creando un sentimiento de inutilidad y debilitando su autoestima.
Los agresivos verbalmente, intentando provocar inseguridad en su víctima para hacerla débil, humillándola y faltándole al respeto.
Los manipuladores, los que siempre están engañando en beneficio propio.
Los cotillas, que propagan rumores negativos sobre personas ausentes (las personas que critican a otras que no están presentes no son fiables).
El narcisista, el que se cree perfecto y no soporta que le lleven la contraria, el que siempre da lecciones sobre cómo se tienen que hacer las cosas y se cree con derecho a descalificar y menospreciar al que contradiga sus decisiones o creencias.
Una vez identificada la toxicidad de la relación se recomienda cortarla de la mejor manera posible, hablando sobre lo que nos molesta de esa relación de forma abierta y asertiva, marcando nuestros límites. Y si no se puede por las buenas no dudar en alejarnos de su círculo de influencia sin dar ninguna explicación. Estas personas sólo intoxican a quien pueden, no a quien quieren. Además se les puede desarmar negándoles el acceso a nuestra intimidad, sin hacer caso de sus comportamientos, sin darles importancia, sin entrar en su juego. Y después, para cerrar el pasado y que no nos intoxique su recuerdo, lo mejor es tomar conciencia de que detrás de esas conductas suelen esconderse miedos, frustraciones o vivencias infantiles que han dificultado un desarrollo óptimo de la persona. Así llega el perdón liberador al darnos cuenta de que sólo son diferentes en ciertos aspectos, ni mejores ni peores que nosotros, con lo que descubrimos la inutilidad de juzgar a los demás y en su lugar reflexionamos sobre la comprensión y el respeto. Entonces es más correcto hablar de relaciones tóxicas, porque ninguna persona es intrínsecamente tóxica, son las vivencias y la genética las que determinan la personalidad. Así es que toda persona puede cambiar sus actos de tóxicos a nutritivos si así lo decide, si hace consci
Son personas que no han madurado emocionalmente, gente profundamente insegura y egoísta que necesitan estar cerca de alguien (su víctima) para entablar una relación absorbente que les permita descargar sus frustraciones. Así convierten a su víctima en una terapia barata particular, invadiendo sus límites y centradas en fijarse en sus defectos y en la parte negativa de las cosas para compensar sus carencias e inseguridades y así sentirse mejor consigo mismas, sin aportar casi nada positivo a la relación. Por eso las personas tóxicas acaban por molestar a menudo a su víctima, que termina experimentando emociones negativas y agotamiento, sintiendo que se consume su energía y alegría. Cuando después de estar con alguien nos sentimos estresados, frustrados o sentimos alivio cuando nos quedamos solos, estamos ante una persona tóxica para nosotros.
De vez en cuando hacen cosas por su víctima, pequeños favores que esconden un interés personal y que suelen cobrar en algún momento futuro (“yo te hice este favor, ahora te toca a ti”). Son personas asfixiantes que presionan a su víctima para que haga cosas que no le apetece, sobrepasan continuamente sus límites para comprobar hasta dónde pueden llegar y esperan que esa persona esté siempre dispuesta a ayudarles en todo lo que necesiten. Casi nunca asumen su responsabilidad y culpan de todo a su víctima o a circunstancias externas. Desahogan su frustración, tristeza y pesimismo en la primera presa accesible que encuentran, sembrando dudas sobre sus aptitudes e incapaces de apreciar sus logros, emitiendo juicios con insistencia y desdeñando los sentimientos de su víctima sin escucharla ni ofrecerla apoyo emocional.
Es conveniente saber identificar a las personas tóxicas y advertir sus artimañas para poder desactivarlas antes de que logren su objetivo.
Tipos y perfiles de la gente tóxica
Los victimistas, que responsabilizan de todo lo que les ocurre a los demás, contagiando el sentimiento de culpa a través del chantaje emocional.
Los que critican y descalifican cualquier actuación o idea que tenga su víctima, creando un sentimiento de inutilidad y debilitando su autoestima.
Los agresivos verbalmente, intentando provocar inseguridad en su víctima para hacerla débil, humillándola y faltándole al respeto.
Los manipuladores, los que siempre están engañando en beneficio propio.
Los cotillas, que propagan rumores negativos sobre personas ausentes (las personas que critican a otras que no están presentes no son fiables).
El narcisista, el que se cree perfecto y no soporta que le lleven la contraria, el que siempre da lecciones sobre cómo se tienen que hacer las cosas y se cree con derecho a descalificar y menospreciar al que contradiga sus decisiones o creencias.
Una vez identificada la toxicidad de la relación se recomienda cortarla de la mejor manera posible, hablando sobre lo que nos molesta de esa relación de forma abierta y asertiva, marcando nuestros límites. Y si no se puede por las buenas no dudar en alejarnos de su círculo de influencia sin dar ninguna explicación. Estas personas sólo intoxican a quien pueden, no a quien quieren. Además se les puede desarmar negándoles el acceso a nuestra intimidad, sin hacer caso de sus comportamientos, sin darles importancia, sin entrar en su juego. Y después, para cerrar el pasado y que no nos intoxique su recuerdo, lo mejor es tomar conciencia de que detrás de esas conductas suelen esconderse miedos, frustraciones o vivencias infantiles que han dificultado un desarrollo óptimo de la persona. Así llega el perdón liberador al darnos cuenta de que sólo son diferentes en ciertos aspectos, ni mejores ni peores que nosotros, con lo que descubrimos la inutilidad de juzgar a los demás y en su lugar reflexionamos sobre la comprensión y el respeto. Entonces es más correcto hablar de relaciones tóxicas, porque ninguna persona es intrínsecamente tóxica, son las vivencias y la genética las que determinan la personalidad. Así es que toda persona puede cambiar sus actos de tóxicos a nutritivos si así lo decide, si hace consci