EL REBELDE
Año 50 de la nueva normalidad
La sirena del despertar comunitario rompió el silencio de la noche en el invierno eterno de la reserva.
Los habitantes de la “Comunidad libre nueva Hispania” comenzaron a dejar las naves dormitorios y a llenar las calles polvorientas de la población.
Todos los días solían ser iguales en la reserva: despertador, desinfección, comida a base de alimentos sintéticos, asignación de la tarea cotidiana, horas interminables de trabajo obligatorio y, al final de la jornada, vuelta a los dormitorios.
Drones policiales controlaban cada paso y, sobre todo, cada pensamiento de los habitantes de la colonia. Por la seguridad de toda la comunidad, toda actividad no relacionada con el “deber ciudadano” estaba terminantemente prohibida.
Los irresponsables y desobedientes eran castigados duramente. Según la “Ley de emergencia permanente”, entrada en vigor en el año 3 de la nueva normalidad y jamas derogada, el poder judicial estaba en la mano de la autoridad policial, que era a la vez policía, acusación, juez y verdugo.
La ley preveía reprogramación mental para la primera infracción, confinamiento y ayuno para la segunda, y destierro a la tierra de nadie para la tercera y última.
Los desterrados eran acompañados al otro lado de la valla eléctrica y abandonados a su destino en un desierto inhabitable y estéril.
Carles nació de su progenitor 1 en el año 30 de la nueva normalidad.
En aquel entonces las colonias acababan de ser creadas por las autoridades sanitarias mundiales para parar la 66 ola del Enemigo Invisible.
Todo ciudadano que aún no había perecido tras dos décadas de confinamientos y bloqueo de las actividades humanas, había sido desplazado fuera de los núcleos urbanos, focos de infección.
Las masas aplaudieron al unísono esta decisión por la salud pública y las pocas voces contrarias fueron canceladas de la faz del mundo analógico y digital.
El nunca llegó a conocer la vida antes de la colonia, sin embargo sufría de “síndrome de adaptación”, ya que sus genes estaban infectados por un mal tremendo llamado “pensamiento crítico”.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades para erradicar este mal, los expertos consideraban que cerca del 1% de la población mundial era resistente a las terapias genéticas.
El buen ciudadano obedece sin pensar y Carles, debido a sus genes defectuosos, no era capaz de hacerlo.
Las autoridades fueron muy generosas con el y le dieron la oportunidad de someterse a numerosas intervenciones de reprogramación mental, todo en vano.
La sentencia ya era firme: Carles sería desterrado para proteger la salud pública.
https://www.counterpropaganda.info/p/el-rebelde
Año 50 de la nueva normalidad
La sirena del despertar comunitario rompió el silencio de la noche en el invierno eterno de la reserva.
Los habitantes de la “Comunidad libre nueva Hispania” comenzaron a dejar las naves dormitorios y a llenar las calles polvorientas de la población.
Todos los días solían ser iguales en la reserva: despertador, desinfección, comida a base de alimentos sintéticos, asignación de la tarea cotidiana, horas interminables de trabajo obligatorio y, al final de la jornada, vuelta a los dormitorios.
Drones policiales controlaban cada paso y, sobre todo, cada pensamiento de los habitantes de la colonia. Por la seguridad de toda la comunidad, toda actividad no relacionada con el “deber ciudadano” estaba terminantemente prohibida.
Los irresponsables y desobedientes eran castigados duramente. Según la “Ley de emergencia permanente”, entrada en vigor en el año 3 de la nueva normalidad y jamas derogada, el poder judicial estaba en la mano de la autoridad policial, que era a la vez policía, acusación, juez y verdugo.
La ley preveía reprogramación mental para la primera infracción, confinamiento y ayuno para la segunda, y destierro a la tierra de nadie para la tercera y última.
Los desterrados eran acompañados al otro lado de la valla eléctrica y abandonados a su destino en un desierto inhabitable y estéril.
Carles nació de su progenitor 1 en el año 30 de la nueva normalidad.
En aquel entonces las colonias acababan de ser creadas por las autoridades sanitarias mundiales para parar la 66 ola del Enemigo Invisible.
Todo ciudadano que aún no había perecido tras dos décadas de confinamientos y bloqueo de las actividades humanas, había sido desplazado fuera de los núcleos urbanos, focos de infección.
Las masas aplaudieron al unísono esta decisión por la salud pública y las pocas voces contrarias fueron canceladas de la faz del mundo analógico y digital.
El nunca llegó a conocer la vida antes de la colonia, sin embargo sufría de “síndrome de adaptación”, ya que sus genes estaban infectados por un mal tremendo llamado “pensamiento crítico”.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades para erradicar este mal, los expertos consideraban que cerca del 1% de la población mundial era resistente a las terapias genéticas.
El buen ciudadano obedece sin pensar y Carles, debido a sus genes defectuosos, no era capaz de hacerlo.
Las autoridades fueron muy generosas con el y le dieron la oportunidad de someterse a numerosas intervenciones de reprogramación mental, todo en vano.
La sentencia ya era firme: Carles sería desterrado para proteger la salud pública.
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